sábado, 5 de octubre de 2013

Soy piedrero y así me aceptan

Eran las 7:30am. El Metro estaba full. No parecía sábado. Dos chicos y una muchacha se suben en una de las estaciones. Lucían trasnochados o mal dormir. Sus cuerpos tatuados, sus orejas perforadas y su corte de cabello se combinaban plenamente con sus expresiones y su conversación. "Marico, la muchacha estaba bonita, pero no sabía pinchar. Mira a mi me pinchó". Estira su brazo y se ve claramente la marca del pinchazo, igual que cuando nos sacan la sangre para un examen del colesterol. "Huelo a fogón, siempre me pasa en la montaña y el olor se me queda por muchos días". Seguramente venían del Ávila. El muchacho no paraba de hablar con uno de sus amigos; mientras, la chica, de Guarenas, se sentaba en el piso del vagón a pasar los efectos del alcohol y droga. Pasó la noche con ellos y hace un par de días "con unos panas de Catia". No superaba los 17 años y practicamente vive fuera de su casa. Pudimos entender quienes oíamos su conversación.
El chico que huele a fogón y leña es el único que no es hijo del papá de todos sus hermanos, pero es el más pequeño de la casa y su mamá lo dejó claro en su prole "cuidenlo...él es el menor".
En Los Teques, un día, uno de sus hermanos lo vio y sintió su olor a fogón. "Qué haces ahí"..."Salvame con unas lucas" y así fue. Su hermano lo salvó esa y muchas veces más. "Soy piedrero y así me aceptan porque yo trabajo".
Esta es una reflexion para Mi Gente de Gisela Rodriguez Verasmendis.